Sin falta, les publico el siguiente relato llamado Poseídos. Tratando de utilizar las diferentes técnicas que aprendí. Espero les agrade.
Título: Poseídos
Relato
Helen J. Hernández B.
Estaba ansiosa en llegar lo más pronto a mi casa, el ritmo de mis pasos me
delataba, la temperatura del día ya había llegado a los 39 grados. Las calles
estaban vacías y polvorientas, todos estaban en sus casas calmando la sed y el
calor, solo se veían algunos estudiantes que acababan de salir de la escuela.
Al dar vuelta en una de las esquinas escuché la algarabía de ciertos jóvenes.
Al inicio no me pareció nada extraño, muchos jóvenes a esa edad les encanta
hacer relajo mientras hablan. Pero fue el susto que me llevé, cuando vi a una
de las jóvenes propinándole una patada a otra de sus compañeras, la otra
correspondiendo lanzó toda la furia de sus uñas en el rostro de la primera en
venganza. Mientras ellas se jaloneaban los cabellos, sus compañeros de clases
les motivaban a seguir luchando como perros de pelea.
Fue cuestión de segundos cuando la calle estaba repleta de espectadores que
no hacían nada para detener la pelea, las jóvenes se habían convertido en
gladiadores para diversión de los demás. Ya no importaba el calor. La gente
estaba tan aglomerada haciendo un gran muro alrededor. Mientras el terrible espectáculo continuaba,
pedí a dos personas que teníamos que parar esta discusión, mientras apenas se
movían, algunas personas sacaron sus celulares para llamar a la policía o tal
vez no. Fue sorprendente como la mayoría de las personas apuntaban con sus
cámaras de celulares para grabar el aberrante hecho. Seguramente para sacar las
imágenes en algún canal de televisión amarillista, o publicarlo sin remordimiento
en youtube o redes sociales.
Mientras me acercaba, mi voz apenas se oía, parecía estar pasando por
aquellas pesadillas en las que uno quiere gritar pero solo enmudecía, solo se
escuchaba una gran turba vulgareando al mismo tiempo. Era una verdadera histeria colectiva.
— Señora no nos deja ver. — Escuche atrás mío unas voces chillonas.
Mi decepción ya no fue en atestiguar una pelea absurda entre dos jovencitas
que apenas conocen sobre la vida, sino el montón de personas morbosas y sádicas
riéndose como unos verdaderos endemoniados.
La pelea terminó cuando uno de los padres de las jóvenes detuvo la
vergonzosa escena. ¿Resultado? Graves moretones, caras ensangrentadas por los
fuertes aruños y un uniforme escolar gris por todo el polvo en que ellas se habían revolcado. Y así como había
aparecido la gente, en un cerrar de ojos todos desaparecieron.
Solo escuché a alguien que dijo: — ¡Fue divertido! — Si — dije — hasta que
le ocurre a alguno de nuestros hijos.
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